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jueves, 24 de marzo de 2011

Con las pruebas en la mano.

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Una viejita va al supermercado y pone en su canasta las latas más caras de comida para gatos.
Ya en la caja, le dice a la cajera:

- Yo sólo compro lo mejor para mi gatito.
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La cajera le responde:
- Lo siento, pero no podemos venderle comida para gato sin que compruebe que tiene un gato. Muchos ancianos compran comida para gatos y luego, por necesidad, ellos mismos se la comen. La gerencia necesita una prueba de que realmente usted tiene un gato.
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La anciana se va a su casa, toma a su gato, lo mete en un maletín y regresa al supermercado para comprobarlo.
Y así, le venden las latas.
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Al día siguiente, la misma viejita va al súper y compra 12 galletas para perro. La cajera le exige la prueba de que tiene un perro, aduciendo que muchos ancianos llegan a comerse la comida para perro.
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Frustrada, la viejita va a su casa y regresa con su perro;
Al fin, le venden las dichosas galletas.
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Un día después la señora regresa al súper, y lleva una pequeña caja con un hueco en la tapa. Al entrar, se acerca a la cajera y le pide que meta un dedo en el hueco de la tapa.
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La cajera dice:

- No... quizá usted tenga ahí una serpiente.
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La anciana le asegura que en la caja no hay algo que muerda.
Entonces, la cajera mete el dedo... e inmediatamente lo retira y le grita a la viejita:
- ¡Esto es mierda!
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La viejita, con una sonrisa de oreja a oreja, le dice a la cajera:
- Es cierto, querida. Y ahora...
¿puedo comprar cuatro rollos de papel higiénico?
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