Cierto día, accidentalmente, volqué con mi carrito de golf...
Isabel -una muy atractiva y joven
golfista, que vive en el condominio del campo de golf- se percató del accidente y se
aproximó muy alarmada, preguntando:
- "¿Estás bien, cuál es tu nombre?"
- "Me
llamo Miguel y estoy bien, todo bien, gracias." –respondí-.
- "Miguel, olvídate del problema. Ven a mi casa y descansa un rato, luego te ayudaré a poner el carrito en su posición normal".
- "Esto es muy gentil de tu parte -respondí- pero no creo que a mi mujer le guste..."
- "Oh, no importa, necesitas descansar" insistió Isabel.
- "Miguel, olvídate del problema. Ven a mi casa y descansa un rato, luego te ayudaré a poner el carrito en su posición normal".
- "Esto es muy gentil de tu parte -respondí- pero no creo que a mi mujer le guste..."
- "Oh, no importa, necesitas descansar" insistió Isabel.
Ella era muy bonita y persuasiva.
- "Bueno, vamos -acepté finalmente y agregué- pero a mi mujer esto no le gustará nada. Nada de nada".
Después de un reparador whisky, y unas lecciones de conducción y postura, le agradecí la hospitalidad, y me invitó a que regrese cuando guste.
- "Me
siento mucho mejor ahora, pero estoy seguro que a mi mujer, esto le va a
molestar mucho".
- "¡¡¡Ay... no seas exagerado -dijo Isabel mientras sonreía- tampoco tiene por qué saber nada". A propósito, dónde está ella?"
- "Debajo del carrito……" .-
- "¡¡¡Ay... no seas exagerado -dijo Isabel mientras sonreía- tampoco tiene por qué saber nada". A propósito, dónde está ella?"
- "Debajo del carrito……" .-
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